El Viejo y la Muerte (Fábula)
El Viejo y la Muerte
(Fábula de Esopo)
En cierta ocasión un viejo que había ido a cortar leña recorría un largo camino cargando con ella.
Tras dejar la carga en el suelo a causa de la fatiga, llamo a la muerte.
Cuando esta se le apareció y le pregunto por qué la llamaba, el viejo dijo,
" Para que me lleves la carga"
Esta fabula muestra que cualquiera ama la vida, aunque sea desgraciado en ella.
Y ahora la versión que siglos después realizó Samaniego:
Entre montes, por áspero camino,
tropezando con una y otra peña,
iba un viejo cargado con su leña
maldiciendo su mísero destino.
Al fin cayó, y viéndose de suerte
que apenas levantarse ya podía,
llamaba con colérica porfía
una, dos y tres veces a la muerte.
Armada de guadaña, en esqueleto
La Parca se le ofrece en aquel punto;
pero el viejo, temiendo ser difunto,
lleno más de terror que de respeto,
trémulo la decía y balbuciente:
«Yo... señora... os llamé desesperado;
pero... -Acaba; ¿qué quieres, desdichado?
-Que me carguéis la leña solamente.»
Tenga paciencia quien se cree infelice;
que aun en la situación más lamentable
es la vida del hombre siempre amable:
El viejo de la leña nos lo dice.
(Fábula de Esopo)
En cierta ocasión un viejo que había ido a cortar leña recorría un largo camino cargando con ella.
Tras dejar la carga en el suelo a causa de la fatiga, llamo a la muerte.
Cuando esta se le apareció y le pregunto por qué la llamaba, el viejo dijo,
" Para que me lleves la carga"
Esta fabula muestra que cualquiera ama la vida, aunque sea desgraciado en ella.
Y ahora la versión que siglos después realizó Samaniego:
Entre montes, por áspero camino,
tropezando con una y otra peña,
iba un viejo cargado con su leña
maldiciendo su mísero destino.
Al fin cayó, y viéndose de suerte
que apenas levantarse ya podía,
llamaba con colérica porfía
una, dos y tres veces a la muerte.
Armada de guadaña, en esqueleto
La Parca se le ofrece en aquel punto;
pero el viejo, temiendo ser difunto,
lleno más de terror que de respeto,
trémulo la decía y balbuciente:
«Yo... señora... os llamé desesperado;
pero... -Acaba; ¿qué quieres, desdichado?
-Que me carguéis la leña solamente.»
Tenga paciencia quien se cree infelice;
que aun en la situación más lamentable
es la vida del hombre siempre amable:
El viejo de la leña nos lo dice.
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