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Mostrando entradas de noviembre, 2013
Me gusta que alguien cree un romance para un piano y un violín. E imaginarlos enamorados.

Claudia Masin recita: "El calor del mundo".

                   "Las siestas del verano duran muchísimos años. Una extensión de tiempo para la cual aún, como para tantas cosas, no se ha inventado un nombre. ¿Es un mar la siesta?, ¿Es un desierto? Tal vez las dos cosas, un mar subterráneo que por debajo de las dunas se encrespa y se atormenta por no poder mostrar su fuerza a la luz del sol, allá arriba, donde nada se mueve, no hay un soplo de viento que agite la arena, ni una abeja que ronde ninguna flor, porque la vegetación de la siesta, del desierto está siempre sola, siempre a la espera del agua que no llega. En esa vida tranquila y suspendida donde solo había dos destinos posibles, la lectura o el sueño, yo elegí la lectura. Y conocí el amor al riesgo, un amor que me desprendería para siempre de mi tierra natal. Es que son peligrosos los libros que se leen bajo la sombra hechizada de la siesta, multiplican su encanto, su capacidad de arrastrarte a otra vida. A una vida donde las cosas que se han deseado mucho,

"Las princesas caídas" (Fallen princesses) por Dina Goldstein

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Hoy he chocado de lleno con Diana Goldstein, una magnífica fotógrafa conceptual canadiense. Entre sus series de fotografía me ha llamado la atención -con diferencia- la colección "Fallen princesses" (Princesas caídas ), donde inmortaliza creativamente (y dentro del arte conceptual) a las famosas princesas Disney de forma sórdida y con rasgos de mujeres influidas por sociedades y culturas del mundo real. Os dejo la serie completa, y debajo el link de su página web. Sin duda Rapunzel, mi favorita. (Os recomiendo también la serie fotográfica "David" de la misma artista) A riel Bella Cinder Jazmine Pocahontas Princess Pea Rapunzel Red Snowy http://dinagoldstein.com/

"ENCARGO" de Julio Cortázar y Donizetti.

Encargo. No me des tregua, no me perdones nunca.  Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que  vuelves.  ¡No me dejes dormir, no me des paz!  Entonces ganaré mi reino,  naceré lentamente.  No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni  guante;  tállame como un sílex, desespérame.  Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dálos.  Ven a mí con tu cólera seca de fósforos y escamas.  Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.  No me importa ignorarte en pleno día,  saber que juegas cara al sol y al hombre.  Compártelo.  Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,  lo que nadie te pide: las espinas  hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,  oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre. Julio Cortázar

Acto de desaparición con Lou Reed.

"Debe ser agradable desaparecer por arte de magia,  avanzar siempre hacia delante  y nunca mirar atrás (...) Buscando un beso      ...f lotar en la niebla". Lou Reed

Je vous présenté les garçons piano.

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Federico Infante   Ninguna percepción es recíproca. La mirada hacia la lluvia no es la lluvia que nos mira. La piel que tocamos casi nunca es la piel que suplica ser tocada. Un sonido no espera ser escuchado. El margen no sabe que es el margen. Hacer equivaler las percepciones es reducir el cuerpo a unos pocos encierros y desplantes. Esto es lo primero que aprende el niño. Esto es lo que tan rápido el adulto ignora. Carlos Skliar en "No tienen prisa las palabras".

Conversación con una piedra (Wislawa Szymborska)

Conversación con una piedra. Llamo a la puerta de una piedra. —Soy yo, déjame entrar. Quiero penetrar en tu interior, echar un vistazo, respirarte. —Vete —dice la piedra—. Estoy herméticamente cerrada. Incluso hecha añicos, sería añicos cerrados. Incluso hecha polvo, sería polvo cerrado. Llamo a la puerta de una piedra. —Soy yo, déjame entrar. Vengo por mera curiosidad. Sólo la vida permite satisfacerla. Quisiera pasearme por tu palacio, y luego visitar una hoja y una gota de agua. No me queda mucho tiempo. Mi mortalidad debería ablandarte. —Soy de piedra —dice la piedra—. Imposible perturbar mi seriedad. Vete, no tengo músculos risorios. Llamo a la puerta de una piedra. —Soy yo, déjame entrar. Me han dicho que encierras salas enormes y vacías, nunca vistas y bellas en vano, mudas, donde nunca han retumbado los pasos de nadie. Confiésalo: ni tú misma lo sabías. —Salas enormes y vacías —dice la piedra—. Pero no hay espacio disponible. Bellas, quizá