Jose Luis Piquero

Raquel (2)
RAQUEL

Raquel, ¿qué te ha pasado
por la cabeza? Puede
que una de esas canciones de niños, tralará,
o quizá algo que no dijiste a tiempo
y que ahora no recuerdas.
Cosas que ponen triste. La tristeza,
la Puta,
se te ha prendido en las mejillas
como una araña.

Yo prefiero pensar en ti bailando,
en mi casa, no hace mucho de eso, y te aseguro
que tu sonrisa era la más bonita de la tierra.
Parecías un vaso o una fruta
hacia los que se alarga lentamente la mano:
algo para aprenderse de memoria.
Y sin embargo aquel no era tu sitio, ahora lo sé,
en esa desdichada felicidad de quienes lo dan todo y nunca hacen preguntas.
Raquel, eras un ángel que follaba y bailaba y bebía cerveza
pero los hombres nunca
te han tratado muy bien.

Lámete esas heridas, nenita, cógeme el teléfono.
El veneno del mundo te ha mojado los labios.
Sé sencilla.
Todos los hombres te desean pero
qué flores tan extrañas, ¿no es verdad?

Tú y yo sabemos tres o cuatro cosas
que dan para vivir
y nunca cometimos el error de acostarnos.
Raquel, quédate quieta entre las flores
e intenta ser feliz. Lo que hacen todos.

---

Entrevista con el Golem



¿Razón de ser? No lo he pensado mucho.
Ha de haber algo más que estas tareas
mecánicas: la casa
la hago en un plis-plás.
Los poemas, tal vez. Se me desprenden
como costras de barro.
Por algo tengo siempre la palabra en la boca,
pero no estoy seguro de ser culpable de ellos.
Hay una voz. El alma es un asunto
sobre el que no nos hemos puesto de acuerdo aún.

Mi infancia… Siempre digo que la tuve,
contra toda evidencia.
Me acuerdo de un cachorro junto a un estanque.
Lo tenía en las manos, hacía sol y las hojas
olían como libros. No sé qué pasó luego.
El agua estaba pálida.

No, no estoy triste, siga.

Ah, eso… Me resulta muy penoso.
Uno desea dar amor y no mide sus fuerzas.
De pronto te despiertas y oyes llorar y te miras las manos
y después huyes, huyes.
Todos nos refugiamos en los otros, como alegres tumores,
estirando los brazos, rompiendo cosas,
esperando el castigo.

¡Qué pregunta! Nunca he matado a nadie.
Pero calle. Esas voces, los poemas… No quiero escuchar más.
Tal vez un día
alguien se atreverá a quitarme la máscara, a taparme la boca,
y habré de rendir cuentas pero
ya nunca volveré a estar tan cansado.

¿Que si doy miedo? Bueno.
Esa es mi obligación.

---

La vida de las moscas



Nosotros no dormimos. Hay un gesto
de araña en cada sombra amenazante
y el silencio se llena de presagios.

No dormimos. Quemamos
las horas como extraños cigarrillos.
Sabemos que ahí afuera la vida es deseable,
las chicas huelen bien,
y nada de eso es nuestro.

No podemos dormir, no hemos dormido nunca.
A veces alguien mira, de perfil, preguntándose
con dolor qué esperamos
desde hace tanto tiempo. Las arañas,
las arañas. No hemos dormido nunca.

Y pasamos los días con los ojos abiertos
como esos tragaluces que miran desde un sótano.
Ya nos duelen los párpados
y alguien dice palabras,
el mundo está bien hecho, simplemente
nuestra vida es así.

Ojalá nos muriésemos como quien no ha vivido,
que un soplo nos borrase la arena de los labios,
sin huellas y sin humo, apagando la luz.

Ah, si por fin durmiéramos, no puedo imaginarlo.
Tus labios cantarían una canción de cuna.
Más también las arañas… Hay un gesto
de mosca en cada sombra. Oh, Señor de las Moscas,
la vida es un infierno.

Nosotros no dormimos, igual que las arañas,
cristales y arenilla bajo la nuca insomne.

Ellas tejen sus redes.

Por si las moscas.

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Iván y Arancha en Praga

Si en la cena se hablaba de la noche
me apuntaba a los planes en que estuvieran ellos:
saberlos entre el grupo
era la vida en orden de una forma inconsciente.
Sus besos adornaban el verano.

Juro que los amé sin yo quererlo,
que no escogí el dolor ni la codicia
ni preguntarme cómo se querrían a solas
o qué significaba yo en sus vidas.

Hay una habitación en un lugar de Praga,
allí se oye un tranvía
y música que llega de los albergues próximos.
Yo pasé tantas horas fumando en ese cuarto,
luego, ¿a quién le interesan las vidas de los otros?

Pero a veces,
cuando el grupo importaba y el alcohol era bueno,
se podía querer sin ser culpables
pues tras cada cerveza sonreía
un confidente.
¡Inmensas,
fugaces amistades en los viajes de jóvenes!:
el amor es la copa que va de mano en mano.

Y ella, te acariciaban
sus ojos indefensos; junto al lago
tuve la quemadura de su brazo en los hombros
y un susurro de arbustos. En él todo
era la adolescencia, y esa voz
salvaje como un fruto o sudar o una isla.

¿Me entendéis? Los amaba
en el deseo inútil
de haber querido ser cualquiera de los dos
en vez de ser yo mismo: ese que mira
como un tonto los rostros, las ventanas,
ese extraño en el reino de su secreto mundo.

Vivir es cruzar ciegos ante puertas cerradas:
cansados de nosotros, muy cansados,
nos describe mejor todo lo que no somos,

y amar es rebelarse, ¡qué intento más idiota!

Adiós, adiós, Praga y los autopullmans,
adiós, besos, adiós, Puente de Carlos,
adiós, islas y ríos y cervezas de Pilsen,
adiós a cualquier brindis
y a todos los amantes del mundo, adiós, adiós.

Que yo me voy al sueño
de los libros que nunca leeréis.

A la vuelta, dormidos con las cabezas juntas,
parecían las víctimas de un sangriento holocausto
de risas y jadeos.
Si algún día
me olvidase de todo, de eso no.

--

Rimbaud



Yo no quiero ser yo. La vida entera
la gasté en reinventarme, como un fénix doméstico.
Me fui sobreviviendo como pude.

Yo no sé quién soy yo. Tal vez la máscara
debajo de la cara. La pregunta.

Yo no pude ser yo. Y el minucioso
trabajo de vivir sin heroismo se quedó para otros.
La verdad es la triste descripción del secreto.
No quise ser verdad. Quiero ser Nadie.

---

Nova
De pronto ha anochecido sobre el mundo y tú estarás sola, preguntándote a dónde se han ido todos.

Parece que ha pasado un instante, o tal vez medio año. La casa estaba llena de gente que charlaba y en medio estabas tú, cegadora e intensa: una nova.

Ahora te recuerdo como si dieras vueltas y más vueltas, faro de cualquier barco. Ocupabas el centro mismo del universo.

O quizá no. Es tan sólo la música y ese estar tú y yo juntos del modo que sabemos. Te dije que el amor sería para siempre. Te mentí.

Pero entonces llenabas todas las copas, lo mismo que llenabas el mundo con tu risa. Me rozabas el hombro levemente al pasar: no podría ignorarte aunque quisiera.

¿Dónde están todos esos invitados? Si coges el teléfono ¿cuántos contestarían?

Tu soledad es un gran agujero negro. El mundo gira y tú no estás en él. Piensa en todos los días que han sido sobre el mundo y en sus noches de espanto.

Y ojalá hubieras sido capaz de detener el transcurso del tiempo, retenernos a todos en un sueño de eones, mientras seguías tú llenando copas, sonriendo y brillando de luz blanca. Pero esta noche a solas ya estaba escrita. Pequeña nova. Niña. Faro de nadie.

Que el dolor nos redima a todos juntos, en esta soledad que ninguno podemos compartir. Y que no sufras. Que tengas buenos sueños.

Acuéstate y olvida.
Yo también.

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